El valor de la AMISTAD

Uno nunca termina de conocer a las personas. Nunca confíes tus cosas, pensamientos, inquietudes o sentimientos; ya que pueden apuñalarte por la espalda. Pueden herirte a tal punto de sentir la frialdad de la soledad en tus venas. Al menos eso era lo que tenía en mente en ese entonces.
Perdí todo interés en hacer amigos, en relacionarme con alguien a un nivel de llegar a sentir afecto por esa persona. La palabra mágica llamada “amistad” había desaparecido de mi mente, de todo mi ser, desde que me encontré con aquella sombría sensación de ser traicionada por alguien que fue único y especial para mí. Todo aquel sentimiento apaciguador, que solo te brinda un verdadero amigo, habría desaparecido de mí ser, tal vez por temor a ser lastimada nuevamente.

Recuerdo aquella mañana de invierno, primer día de clases, salón lleno, escuché que me dijeron: “al fondo hay sitio”. No conocía a nadie. Era la clásica “chica nueva”.

- ¡Hola! – me dijo una chica; sus rasgos eran muy delicados, tenía el cabello profundamente lacio, largo y oscuro, ojos café, grandes que parecían que siempre tenían sueño, con pestañas muy rizadas, tez clara y una figura muy delgada. Sonriendo, me miraba con interés.
- ¿Eres Karla Alcalde, cierto?-continuó
- Sí –respondí confundida- ¿Quién eres tú?
- ¿Me puedo sentar a tu lado? – dijo ella.

Y pensé: ¿Por qué me pregunta eso, si ya estaba sentada al lado mío? Asentí algo confundida, mas no le dije ni una palabra.

El estúpido profesor tardaba en venir, fue entonces donde predije sus movimientos. Ella me miraba de una manera curiosa. Era obvio lo que estaba por pasar. Yo sabía que iniciaría una conversación y que su objetivo sería que fuéramos “amigas”.
Definitivamente le iba a costar mucho llegar a comprender lo difícil que era para mí el entablar una amistad con alguien a quién apenas conocía. Casi imposible.
Para alguien que la viese por primera vez, tendría que especular que es una chica tierna y dulce, lo cual podría ser sólo el complemento perfecto que utilizase para obtener lo que deseaba. ¿Quién sabe? Era notoria mi desconfianza hacia los demás.
Fue entonces que un brillo en sus ojos cautivó mi interés, había algo en ella que parecía sincero. Y de pronto volvió a iniciar la conversación.



- Mi nombre es Joice, te veo algo seria, ¿Qué te sucede?- preguntó mostrando cierto interés en mi rostro.
Me sorprendió el grado de seguridad que mostraba al hacerme esa pregunta, como si en realidad me sucediera algo, aunque si era cierto.
- No es nada importante, supongo que el simple hecho de cambiarme a una nueva escuela, es algo que posiblemente a todo ser humano pone nervioso, ¿no crees?- respondí evitando su mirada y algo un poco desconcertada. Como siempre Karla, un enigma en clase y en todo lugar.
- Ya veo, no tienes de que preocuparte, cuentas conmigo para lo que quieras - dijo con una inmensa sonrisa.
- Gracias - añadí confundida, no quería caerle mal, pero tampoco quería ser su amiga.
- Después de clase vamos a comer algo ¿Qué dices?
- No gracias, no creo que pueda – musité
- ¡Ah! Ya veo... no te gusta hacer amigos ¿cierto?
- No es eso, no quiero ofenderte, pero creo que ni aquí ni en ningún lugar pueda existir alguien que pueda llamarse “amigo”.

- ¡Qué equivocada estás! sabes, todo ser humano necesita relacionarse e integrarse a algún grupo social. Es necesario para coexistir. Es por naturaleza. Por el hecho de haber tenido fracasos en tu vida pasada, no puedes igualar el resto de vida que te espera. - ¿Acaso estuvo leyendo mi diario? – pensé. Ella continúo: La amistad, es el regalo más hermoso del ser humano, saber elegirla es lo difícil.



Me quedé extrañada y confundida, pero como siempre no me interesaba. Aunque, lo que habría dicho Joice tenía mucho sentido. Es que nadie debe vivir sin conocer y sentir lo que es la amistad. Y yo me estaba privando de ese regalo de la vida.
Por primera vez la quedé mirando a los ojos, extasiada de felicidad. Ella me estaba haciendo entender que debía darme una oportunidad. Debía cambiar. Pero, ¿cómo es posible que una “chibola”, con solo esas palabritas, logre que dude de todo lo que pensaba antes?. Llena de frustración y paz, respondí:
- Gracias - con una sonrisa ya más amigable.
- ¿Por qué? – dijo ella
- Por darme a entender que la vida, es muchísimo más que fracasos, hay que saber levantarse para decir que hemos aprendido a vivir. Y creo que estoy lista para ser otra persona, para empezar de nuevo.
- Karla, de veras de "veritas", me alegra oírte decir eso. Aunque no te conozca, aunque seamos diferentes y pensemos de modo diferente. Podemos llegar a ser verdaderas amigas.
- Es posible – dije con más tranquilidad.



Llegó el 5to año de secundaria, en promoción, Joice para entonces se había convertido en una amiga para mi, solo una “amiga”, sabía sobre mi padre que estaba en otro país y que yo no quería viajar, aunque su anhelo más grande era conocer Cusco. Decidió no ir, ya que no quería que me quede sola.

La aprecio bastante, pues aunque ella no tenga madre y su padre siempre viaje, ella se quedaba en casa de su tía. Aún así, con las diferencias que hacían con sus demás primas, ella era muy fuerte. A decir verdad yo no hubiera podido con tanta presión, pero siempre que la veías, tenía una sonrisa y unos brazos abiertos para ofrecer.

Lamentablemente, al concluir la escuela tomamos caminos distintos. Yo en una Universidad, ella en academia; perdimos contacto unos meses, admito que la extrañé mucho, pero tenía que seguir con mis deberes. Hasta que un día en el bus la encontré, me di con la grata noticia, que había alquilado una habitación frente a mi casa. Yo jamás la vi, y es que recién se estaba mudando. Me dijo que lo hizo para estar más cerca a mí, pero eso no era todo. Había ingresado a la misma Universidad en la que estoy y me puso muy feliz saberlo.



A la fecha no dejo de hablar con ella. Tal vez de balcón a balcón o para hacer alguna tarea. Sé que no es tarde y me doy cuenta que la verdadera amistad, sí existe, ella no se alejo de mí, yo no lo haré, porque sé lo importante que fue, es y será para mi, su amistad.

Nunca pierdas la esperanza de hallar lo único bueno que te pueda llegar a pasar- fue lo último que oí.